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La “nueva” terminal de trenes de Buenavista

La estación de trenes de Buenavista fue inaugurada el 20 de enero de 1873 por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada para conectar la ciudad de México con Veracruz y sus redes ferroviarias se ampliaron durante el gobierno de Porfirio Díaz. No obstante, fue demolida en 1960, para construir la actual Alcaldía Cuauhtémoc y la nueva estación de Buenavista medio kilómetro más al norte en 1961 bajo la presidencia de Adolfo López Mateos. Para 1999, Ferrocarriles Nacionales de México finalizaría sus operaciones y años después, la estación de Buenavista albergaría no sólo una gran plaza comercial con cines de la cadena Cinépolis incluidos, sino la terminal del Tren suburbano, una conexión de la Línea B del Metro y la Biblioteca Vasconcelos; espacios todos de la Colonia Guerrero trastocados a su vez por el cine.

Pina Pellicer es la protagonista de Días de otoño (1962) de Roberto Gavaldón inspirada en un relato de B Traven. Una joven de provincia engañada por un chófer casado que sueña con un buen matrimonio e hijos y acaba fingiendo una boda y un embarazo y llega a la gran ciudad justo en la estación de trenes de Buenavista y de ahí se dirige a la Pastelería El Globo en Avenida Universidad con una carta para el dueño, Don Albino (Ignacio López Tarso) y consigue trabajo como decoradora de pasteles.

Días de otoño (1962, dir. Roberto Gavaldón)

A esa flamante terminal de ferrocarriles llega también Mario, joven e ingenuo aspirante a escritor de provincia que encarna Héctor Godoy en el debut del realizador Ícaro Cisneros en El día comenzó ayer (Opus 65) (1965), realizada para el Primer Concurso de Cine Experimental. Mientras fracasa una y otra vez en su intento por abrirse camino en la escritura, conocerá a una serie de personajes banales y veleidosos, entre ellos a la joven pintora Blanca Sánchez en una trama ambientada sobre todo, en la emergente Zona Rosa y sus espacios más representativos.

Los pasillos y andenes de aquella estación de Buenavista se muestran en el arranque de otro relato realizado para ese mismo primer concurso: Lola de mi vida (1965) de Miguel Barbachano Ponce integrante del largo Amor, amor, amor, que narra la historia de una inocente provinciana (Jacqueline Andere), que arriba en tren desde su pueblo para terminar instalada en una mansión de Las Lomas donde es acosada por una hosca empleada doméstica (Martha Zavaleta) y de la que se enamora un entusiasta tamalero (Sergio Corona), con un final triste y terrible. La misma Andere como la “cándida” pueblerina Modesta, llega a Buenavista y de ahí se contacta con Mauricio (Julio Alemán), un dizque productor de cine y en realidad un vividor de mujeres, que le realiza una supuesta “prueba de cámara” en el episodio Yvonne de Trampas de amor (1968) dirigido por Manuel Michel. Lo curioso, es que el falso productor resulta engañado ya que termina casándose con ella; una ex trabajadora sexual que ha concebido un plan maestro para contraer matrimonio.

La terminal de trenes de Buenavista enclavada en la Guerrero, lejos de representar la conexión entre la capital y el interior del país, fue utilizado por nuestro cine como el reducto al que inocentes provincianos vinieran a padecer las inclemencias de una urbe clasista, violenta y deshumanizada como sucede en Ya somos hombres (1970) de Gilberto Gazcón. En ella, cuatro estudiantes universitarios: Valentín Trujillo, Octavio Galindo, Gabriel Retes, El Movidas y Arturo Alegro El Gordo, obsesionados por el sexo fácil abordan por igual a estudiantes, bailarinas o empleadas domésticas. Trujillo embaraza a una de ellas: Gabina (la bella Lilia Castillo), la abandona y se arrepiente y justo en la escena climática llega a la entrada de la estación de Buenavista (lo que hoy es la plaza de entrada a Forum y la Biblioteca Vasconcelos) y desesperado la busca en los andenes, suponiendo que Gabina ha decidido regresar a su pueblo con sus padres.

Asimismo, en la espléndida Uno y medio contra el mundo (1971) de José El Perro Estrada, Lauro (Vicente Fernández), un ladronzuelo analfabeta de Toluca, llega a la capital junto con una niña que pasa por niño Chava (Rocío Brambila) y que ha escapado de su padrastro; ambos, estafan incautos hasta que Lauro va a la cárcel y después de algunos años cuando él sale, se presenta Chava ya como la bella Ofelia Medina con un desenlace devastador. Al llegar al ex Distrito Federal visitan una feria callejera cercana a Buenavista y deciden trabajar y vivir juntos y empiezan chambeando en la peluquería Osiris en la misma zona: Chava como chicharo y Lauro como velador, cuando son acusados de robo por el dueño, se van a pernoctar a la estación de Buenavista en la salas de espera donde antes, Lauro pretende robar la cartera de un adulto mayor y Chava se percata y la devuelve. Ahí, en el interior de la estación de Buenavista huye de su padrastro y Lauro va a la cárcel acusado de corrupción de menores.

Objetos perdidos (1991, dir. Eva López Sánchez)

A su vez, la estación de trenes aparece en varias escenas del premiado corto Objetos perdidos (1991) de Eva López Sánchez, relato de dos seres solitarios, una chica y un joven (Cecilia Toussaint y Daniel Giménez Cacho), que confunden su equipaje al llegar en un tren a Buenavista. Ambos intentan recuperar sus pertenencias, al tiempo que se conocen al curiosear entre las cosas del otro: los cassetes que él graba y el extraño diario de ella. Asimismo, en 50 o Dos ballenas se encuentran en la playa de Jorge Cuchí, un chico y una chica de 17 años, participantes en un juego denominado El desafío de la ballena azul con diversos y fatales retos, se conocen, se gustan, se enamoran y deciden dar el último paso: el suicidio. Éste inquietante retrato de una juventud sin sentido, sin valores ni sosiego, incluye una secuencia en la pista de hielo en Forum Buenavista, que hoy ocupa la extinta terminal de trenes.

Finalmente, a unos pasos de ésta y de la Biblioteca Vasconcelos se encuentra el Tianguis Cultural del Chopo indudable bastión contracultural del rock, el punk, el cine, el comic y más, establecido hacia 1987 en la calle Juan Aldama entre las calles de Sol y Luna que renace cada sábado. Ahí, se filmó una curiosa escena de: Ok, está bien (2020) de Gabriela Ivette Sandoval, escrita y protagonizada por Roberto Andrade en el papel de Mariano, un cuarentón con problemas de sobrepeso que sueña con escribir el gran argumento de cine. Flojo, indolente y cinéfilo voraz, vive con su madre que le aguanta todo en la unidad Nonoalco-Tlatelolco y su vida monótona se colapsa con la llegada de su primo adolescente de Querétaro, recién huérfano, que pronto se hace novio de una linda chica de 14 años, a quien Mariano la convierte en su objetivo amoroso-romántico-erótico. En el Chopo, el protagonista interactúa con el legendario cinéfilo distribuidor de cine pirata fallecido durante la pandemia: Juan Heladio Ríos y el ampliamente conocido crítico de rock, cine y video Pepe Návar, recién desaparecido.