10 · 30 · 25 LA PUERTA y LA MUJER DEL CARNICERO (y LOS CHICLES) Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña Hacia 1968, Antología del miedo era un proyecto inspirado en historias de horror y misterio: una serie de episodios o mediometrajes de 27 minutos que serían realizados por figuras como: Ismael Rodríguez, Julio Bracho, Luis Alcoriza, Roberto Gavaldón, Emilio Fernández, Alejandro Galindo, Carlos Velo, Gilberto Gazcón, Luis Spota, Mauricio Walerstein y otros más. Finalmente, al parecer, sólo se realizaron tres: Los Chicles, escrito y codirigido por Bracho e Ismael Rodríguez, con música de Raúl Lavista y fotografía de Alex Phillips hijo y Raúl Martínez Solares, que hasta donde se sabe, jamás se estrenó ni en pantalla grande, ni en televisión debido a que Bracho nunca la terminó, aunque puede ser visto sin correcciones de color e imagen en la red.En cambio, parte de esa misma propuesta de plantear relatos de terror y locura y que sí cristalizó fue el largometraje de tan sólo 70 minutos, La mujer del carnicero, dirigido por Ismael y Chano Urueta, exhibido junto con el cortometraje de 26 minutos de Luis Alcoriza: La puerta, bajo el título de La puerta y la mujer del carnicero, estrenado una semana antes de los fatídicos sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco. Alex Phillips hijo fotografió el episodio de Ismael con música de Raúl Lavista; y Gabriel Figueroa, el de Alcoriza, con música de Los Inesperados y Los Jokers. Los chicles (1968, dir. Julio Bracho) Se trata de un par de breves rarezas: dos historias de terror sicológico unidas por el miedo y la culpa. La puerta, escrita por el propio Alcoriza y el cuentista y guionista Pedro F. Miret (Historias violentas, Nuevo mundo, Bloody Marlene), resulta una indiscutible obra de culto. Luego de un prólogo sobre los miedos a lo inexplicable, la cámara se coloca en el interior de una mansión donde se lleva a cabo una fiesta de matrimonios pudientes. Ahí, un grupo de invitados descubre una puerta que conduce a un pasillo del cual emerge la figura de un hombre musculoso —aparentemente desnudo— que intenta salir a la luz. Su presencia intimida a adultos y a jóvenes y después se convierte en el escarnio de todos, quienes liberan así sus fantasías y frustraciones. Sin negar la influencia de Luis Buñuel —El ángel exterminador, sobre todo—, La puerta resulta una atractiva y muy intensa alegoría sobre la brecha generacional en ese año de 1968 y sobre las paranoias del adulto pequeñoburgués, con un reparto que incluía a figuras añejas, recientes y nuevos rostros, como: Pancho Córdova, Rosario Gálvez, Ana Luisa Peluffo, Armando Silvestre, Augusto Benedico, Carlos Piñar, Luis Manuel Pelayo, Luis Lomelí, Beatriz Baz, Julie Furlong, Leticia Robles, Renata Seydel, Heydi Blue, Manuel Leal y el futuro luchador Tinieblas como el hombre misterioso y desnudo tras la puerta, entre otros.Después, ese ambiente moderno desaparece para dar paso a un relato rural protagonizado por un castrador de puercos (Ignacio López Tarso), su mujer, una madura exprostituta (Katy Jurado) y un hombre que transporta varias monedas de oro (Manuel López Ochoa) en tiempos de la Revolución. Ismael Rodríguez terminó supliendo al realizador original, Chano Urueta, y condujo con desgano las incidencias de un relato de avaricia y sexualidad, y lo alternó con imágenes de sus películas revolucionarias. A su vez, acudió a paupérrimos efectos visuales para mostrar la descomposición mental de López Tarso, a quien un anciano (el propio Urueta) le hace beber una infusión de peyote y mezcal. Sin embargo, la película vale por la sólida presencia de Jurado y sus escenas eróticas: en una de ellas, acaricia el revolver de López Ochoa y luego revienta en su amplio escote las cuentas de su collar para que aquel se de vuelo manoseándole sus pechos. La puerta y la mujer del carnicero (1969, dir. Ismael Rodríguez) Finalmente, igual de atractivo que La puerta resulta el corto que quedó huérfano: Los chicles, que, sin abandonar el melodrama, planteaba de forma realista el tema de la explotación de menores además de insertar curiosos y atípicos elementos oníricos. El mediometraje inicia con un suicida que se arroja desde un puente seguido por un encabezado del diario El Heraldo: “Nueva crueldad de la vida moderna: el cese despiadado amenaza a mayores de 40 años”. Después, un burócrata (¡John Carradine!) es despedido y vaga por Paseo de la Reforma, donde se hace pasar por invidente para obtener dinero; ahí se topa con dos niños vendedores de chicles (Patricia Colín y Ahuí Camacho), explotados por una anciana (Isabel Vázquez “La Chichimeca”) con la que viven y que los agrede y amenaza todo el tiempo. Además del registro de época que incluye los cines Diana y Paseo, Buenavista y la Torre Insignia y la presencia de Paco Ignacio Taibo y Pedro de Urdimalas como extras, el desenlace ocurre en los juegos mecánicos de Chapultepec.Mientras la anciana se dedica a beber cervezas en el exterior de la feria y los niños son obligados a vender en el interior de esta, la pequeña protagonista es conminada por Carradine a subirse a un juego y es ahí donde explotan sus miedos y traumas. La niña observa las caídas de agua de las fuentes, clavos que perforan sus pies y que le impiden caminar, y se ve entre las estructuras y en la cúspide de la Montaña Rusa, en una escena notable y antológica de un relato casi sin diálogos, que se mueve entre lo experimental, lo amateur y la documentación realista de una infancia en orfandad y situación de calle permanente, como sucede hoy en día.